lunes, 20 de octubre de 2008

Cada vez más Vecchia...

El Real Madrid visita el Comunale de Turín para enfrentarse a la Juventus de Claudio Ranieri, un conjunto en horas bajas, en el duodécimo puesto de la Serie A, a siete puntos del Inter y a cinco del Nápoles, con el que perdió este fin de semana y que se sitúa en el cuarto puesto. No es el mejor momento para Ranieri, que comienza a ser discutido por prensa y afición, tras una temporada en la que metió al equipo en Champions tras un añito en el infierno. Además, el estilo de juego de los juventinos no ayuda a disipar las dudas.

Las bajas les están lastrando: Buffon, Trezeguet, Zebina, Zanetti y Tiago son bajas sseguras; Camoranesi, Iaquinta y Legrottaglie son duda, y Poulsen se lesionó el sábado. Los Nedved, Del Piero y Salihamidžić tendrán que tirar del carro para evitar sorpresas en la liguilla.

Del Piero y Amauri serán los delanteros, mientras que en el medio centro Ranieri tendrá que hacer malabarismos. Sissoko podría tener un hueco, y Claudio Marchisio, que ya jugó de titular el sábado, le acompañaría. Nedved y el bosnio Salihamidžić poblarán las alas, y en la zaga se situarían Molinaro, Knezevic, Chiellini y Grygera. Curioso el caso del portero, Alex Manninger, titular en ausencia de Buffon, y a quien el Espanyol despidió en su día por ser, como se dice vulgarmente, un paquete.

La Juventus es un equipo plano, romo, sin ideas, hasta podría decirse que mayor, que confía en algún destello a balón parado de Del Piero, y en el aire fresco de si joven promesa, Sebastián Giovinco, un mediapunta que puede jugar en banda, muy bajito (1,62), hábil y rápido. Habrá que ver qué armas utiliza el Real Madrid, y si Schuster apuesta por Higuaín en lugar de Raúl, y confía en la velocidad del argentino, junto a la de Robben, para matar a la contra.


... y no siempre Signora

ENRIC GONZÁLEZ "El hombre que creó un monstruo"

El País, 20/10/08

Quizá hayan oído hablar del italiano Vittorio Pozzo, el único seleccionador con dos copas del mundo (1934 y 1938) y un oro olímpico (1936). Se le recuerda como un fascista "noble y trabajador" (palabras de Giorgio Bocca, cronista oficioso de la Resistencia), como el hombre que asumió la penosa tarea de reconocer los cadáveres de los jugadores del Torino tras el accidente de Superga, como una gloria nacional. Pero cuando la Juve quiso que su nuevo estadio, el actual, fuera llamado Vittorio Pozzo, alguien sensato lo impidió. Pozzo fue trabajador, pero no fue noble. Pozzo convirtió a un futbolista duro y corpulento en un criminal de los estadios. En nombre del régimen fascista, Pozzo creó un monstruo.


Vamos con la historia del monstruo.


Luis Fernando Monti, llamado Luisito Monti y apodado Doble ancho, nació en Buenos Aires el 15 de mayo de 1901. Jugaba en el San Lorenzo cuando acudió al primer Mundial de la historia, el de Uruguay, en el que la selección anfitriona ganó la final contra Argentina. Los argentinos cuentan que ya por entonces lo amenazaron Mussolini y la mafia, con el fin de que se fuera a Italia a jugar como oriundo. El hecho es que en 1931, con 30 años, fondón y casi obeso, emprendió viaje hacia Italia, el país de sus padres. Y cayó en manos de Pozzo, la máxima autoridad del calcio.


Pozzo le hizo adelgazar y le colocó en la Juve. Monti había sido un extraordinario mediocentro en Argentina. En Italia, sin embargo, el mediocentro jugaba incrustado entre los dos defensas, como un central contemporáneo. Monti era muy grande y muy fuerte, pero sabía pasar un balón a 30 metros. Pozzo le enseñó un nuevo tipo de juego, más relacionado con el crimen que con el deporte. Y Monti, disciplinado, aprendió. Su primera víctima fue Schiavio, el mejor delantero italiano en aquellos años. En 1932, Juventus y Bolonia se jugaban el scudetto a un partido. A los pocos minutos de silbarse el inicio, el boloñés Schiavio cayó al suelo. Monti corrió hacia él y saltó sobre su rodilla. El delantero tardó meses en recuperarse.


Los planes de Pozzo para Monti se centraban en el Mundial de 1934, que había de disputarse en la Italia fascista. Mussolini exigía la victoria a cualquier precio, y para pagar ese precio altísimo estaba Monti. Le acompañaban otros dos oriundos argentinos, Orsi y Guaita, pero el trabajo penoso era el de Monti. Alcanzada la semifinal, tras dejar en la cuneta a España con ayuda del árbitro, Italia se enfrentaba a Austria, la mejor selección del momento. Austria tenía a un delantero sensacional, Sindelar, el Mozart del balón. E Italia tenía a Monti, que masacró al pobre Sindelar.


Vittorio Pozzo

Ese mismo año, Italia, ya campeona del mundo, fue a jugar un amistoso en Inglaterra: lo que hoy se conoce como la batalla de Highbury. Los futbolistas ingleses tenían órdenes de acabar con Monti antes de que Monti acabara con alguno de ellos, y le rompieron un pie a los pocos minutos. Al año siguiente, cuando Italia tuvo que jugar un amistoso en Austria, Pozzo prefirió dejar en casa a Monti para evitar que los austriacos se vengaran.


Monti, ya retirado, trabajó como entrenador en Italia y acabó arruinado. Antes de volverse a Argentina, donde murió en 1983, se confesó con su amigo Antonio Gualco, amigo a su vez del periodista Gianni Brera. Por Brera conocemos la confesión. "Pozzo hizo de mí un verdugo", dijo Monti. Doble ancho aceptó la tarea criminal, la de romper al mejor jugador del equipo contrario, porque creyó que Italia reconocería su sacrificio patriótico. Qué error. Monti no perdonó a Pozzo, ni se perdonó a sí mismo.




1 comentarios:

Senovilla dijo...

Monti, Tassoti, Materazzi...Italia siempre ha tenido justicieros sobre el campo. Es parte de su juego.

Esperemos que Del Piero tenga mañana su noche...


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