martes, 28 de abril de 2009

Duelo de estrellas… también en el banquillo.

A la izquierda del túnel de vestuarios del Camp Nou, se sentará esta noche Pep Guardiola. A la derecha, Guus Hiddink. Veinticinco años de edad les separan, pero lo que tienen en común es más fuerte. Carisma, educación, sabiduría, nunca protagonistas por sus declaraciones, y sobre todo, amor por el buen fútbol: el de ataque.


Nunca han trabajado juntos, a pesar de que la escuela holandesa y la culé van de la mano. Quizá porque uno dio su mejor fútbol por la camiseta de su equipo del alma, y el otro porque no ha parado quieto en los banquillos. Actualmente, uno da sus primeros pasos como entrenador. El otro es toda una fuente de experiencias.






Inglaterra, la meca del fútbol, es el séptimo país del mundo en el que Hiddink entrena, aunque le haya tenido que llegar la oportunidad a los 62 años. Antes ha dejado su huella en Holanda, Turquía, España, Corea, Australia y Rusia, donde continúa siendo seleccionador. Culturas tan dispares como el fútbol que se practica en sus ligas y como el que practican sus selecciones.


Lució su bigote por los banquillos de diferentes clubes del mundo, incluidos Valencia, Betis, y Real Madrid, donde ganó la Copa Intercontinental. Pero donde Hiddink ha demostrado ser un entrenador de primerísimo nivel ha sido en las selecciones nacionales. Alcanzó las semifinales del Mundial 98 con Holanda. En el 2000, fue a la aventura Coreana. Allí se afeitó el mostacho e hizo un torneo histórico, metiendo a Corea del Sur en las semifinales del mundial del 2002. Su nuevo look le siguió dando suerte con Australia, a la que clasificó para el Mundial de Alemania del 2006 después de 32 años sin disputarlo, y a la que además, metió al equipo en octavos de final. Y qué decir de su papel en Rusia: semifinales de la Eurocopa del 2008, el mejor torneo desde el final de la Unión Soviética, y a la que sólo paró España. EL siguiente reto, clasificarla para el Mundial de Sudáfrica. De momento, tiene la repesca en la mano.


Tras su última experiencia en un club, hace tres años en el PSV (en 2005 le metió en semis de la Champions), Abramovich le contrató como única esperanza para recuperar a un Chelsea que se desmoronaba. El bueno de Guus ha conseguido darle la vuelta al equipo, y convertir el juego rocoso del último lustro en algo más dinámico y de ataque. Sobre todo, más atacante: mas juego por las bandas, más rapidez, y algo muy importante: toda la confianza en Drogba, letal pese a que van pasando los años.



Hiddink ha dado su palabra. Pase lo que pase, aunque gane la Champions, no va a seguir. Si fuese de otro entrenador, esa promesa sería puesta en cuarentena. No con Guus. Un caballero del fútbol.

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