Cuando uno visita Roma, hay plazas, monumentos, calles…donde la visita y hacerse la foto es imprescindible: el Coliseo, la Plaza de San Pedro, su catedral, el Panteón, el Circo Máximo… Pero para los que, principalmente, pensamos en dos cosas durante el día, es imprescindible visitar el estadio de fútbol de la ciudad de turno que se visite (la otra cosa, allá cada uno y sus pensamientos). En este caso, el Olímpico de Roma, escenario de la finalísima de la Champions, donde esperemos se encuentre algún equipo español, salvando radicalismos de todo tipo. Si en Madrid, los atléticos se quejan de la poca atención que reciben en comparación con el Real, allí la Lazio casi ni existe. Pero en todos sitios hay rebeldes.
Lo que predomina es el autobús, donde, como en muchas ciudades europeas, confían en la buena fé de los usuarios. Error. Si quieres, no pagas el autobús, Se supone que hay revisores, pero… parecen más una leyenda urbana.
Llegamos al Olímpico, y lo primero que te encuentras es… a Mussolini inscrito verticalmente en este monolito ubicado a la entrada.
Entra en el recinto (vallado) , y lo primero que te encuentras es… al Duce inscrito en el suelo. El Stadio se construyó entre 1928 y 1937, dentro de un gran proyecto : el “Foro Mussolini”.
Tras la guerra, el Stadio fue reconstruido y ampliado para los JJOO de 1960. Y, como vemos, conservaron los vestigios de la época fascista. Parece que pasan de líos de “memorias históricas”. Ellos sabrán.
Y ya observamos el Stadio, entre la especie bosquecillo que rodea el campo. A pesar de que esté remodelado, como se obeserva con la grada de color negro y la corona del techo, se le notan los años, sobre todo en las puertas de acceso.
Intentar acceder fuera de día de partido es una pesadilla: rodea todo el estadio, e intenta evitar al segurata o contarle alguna milonga. Las gradas vacías dan una sensación de inmensidad al campo. Pero la pista de atletismo… para el futbol, ¡no! Aquí un intento de foto panorámica.
Ahora toca volver. Mejor tomárselo con calma.
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